Todo ello es distinto pero lo que permanece es que es un negocio. Y como tal, si queremos que subsista debe dar respuesta a las necesidades del cliente potencial.
Para ello debemos identificar cuál es su propuesta de valor, su valor diferencial. De otro modo será un negocio más. Cuanto mayor sea su identidad mayor será su capacidad de construir relación con su futuro cliente y cimentar sobre una base sólida.
La estrategia es el enfoque que das a tu compañía en las variables que consideras diferenciales para conseguir los resultados que deseas. Por este motivo no solo es un conjunto de acciones dirigidas a conseguir algo. También es una forma de hacer las cosas: una manera de generar ingresos con un modelo de negocio particular, innovador o bien conocido; o una manera de posicionarte en el mercado de forma que eres percibido con un valor añadido o diferencial con respecto a tu competencia. Paco García Bravo, profesor de SpainBS, te cuenta cómo conseguirlo.
A partir de 2010, Internet se ha convertido en la gallina de los huevos de oro. Una cantidad no desdeñable de personas, alentadas por la revolución tecnológica y por las consecuencias de la crisis o las ganas de emprendimiento se han lanzado a montar negocios en internet porque: “es prácticamente gratis”, “no requiere mucho esfuerzo” y “es un mercado lleno de oportunidades”.
Es cierto. Hemos presenciado una revolución radical que ha afectado a muchas de las formas tradicionales de hacer negocios que ha provocado una transformación de las reglas del juego habituales en muchos sectores.
Pensemos en la música con Spotify como máximo exponente, en el sector de la hostelería donde Airbnb está “roba” millones de pernoctaciones a los hoteles en todo el mundo. O Uber en el sector del transporte.
Con el comercio electrónico ha sucedido un poco lo mismo. La eclosión de soluciones y enfoques han puesto a nuestro servicio una cantidad antes impensable de opciones donde comprar en internet y, si antes era relativamente fácil tener una tienda en internet, ahora no lo es en absoluto. Muy pocos han podido sobrevivir gracias a ser los primeros en estar presentes en esta carrera y haber conseguido fidelizar a un conjunto de clientes, gracias al servicio prestado, al surtido ofrecido y a la inercia de la marca construida. El resto no ha tenido la capacidad inversora necesaria para seguir ganando terreno y no verse devorada por algunos de los grandes players.
Desmintiendo las afirmaciones anteriores, es cierto que hacer una web es relativamente fácil y tiene poco coste. ¿Pero qué tipo de web queremos hacer?
En esta fase de madurez del sector de Internet y las nuevas tecnologías, con la movilidad incluida en el cóctel, nunca más hablaremos de una web. Lo importante aquí no es el continente, la web: lo bonita que está diseñada; lo esencial es el contenido, entendiendo como tal, la necesidad que cubre, existente o creada, y su capacidad de seducir lo suficiente como para que acapare la atención de sus clientes potenciales.
La tecnología es una herramienta. Muy potente, sí. Pero debe estar al servicio de la definición del negocio ya que de otra manera no es más que un montón de herramientas que hacen no sé qué y que muy posiblemente podrían o bien venderse al peso o bien quedar condenados al olvido en el mar de páginas del ciberespacio.
De manera que es importante tener en cuenta estas consideraciones antes de iniciar cualquier negocio transaccional en Internet. Ahí es donde hay que poner el foco a la hora de comenzar nuestro negocio.
Si no lo hacemos podremos avanzar en los siguientes pasos, pero quizá el negocio que constituyamos no sea lo suficientemente sólido como para que tenga éxito.
Por este motivo debemos buscar el encaje estratégico que tenga sentido en el sector al que queramos dirigirnos. No enfocar el negocio como una web, es decir, no es una web y punto y cuando se diseña se debe tener presente la separación entre continente y contenido. Primero está el contenido (la estrategia) y a continuación se alinea en continente con la estrategia, en funcionalidades y diseño.
La estrategia
La estrategia tiene que ver con:
- La búsqueda de una única posición competitiva en un sector (como están consiguiendo muchos de los comercios electrónicos o de los negocios en internet prevalecer por encima del resto).
- El benchmark y la adopción de las mejores prácticas.
- Una política agresiva de outsourcing y acuerdos, con el fin de mejorar la Eficiencia.
- Un foco en los factores que son realmente críticos para el negocio, Procesos, valores y competencias.
- La capacidad de responder a un mercado competitivo que siempre está en evolución.
- En un nivel fundamental, todas las estrategias tienen siempre dos direcciones: Hacer algo que alguien ya hace, aunque gastando menos dinero en hacerlo, o hacer algo que nadie más haga.
En la era de la revolución tecnológica, muchas de las leyes de gestión tradicionales no aplican a las jóvenes empresas. Y lo cierto es que muchas de las empresas tradicionales están planteando modelos de gestión mucho más ágiles que buscan estar en consonancia con el dinamismo de los tiempos en los que vivimos.
Lo normal es que, aun cuando no se desvíen de sus misiones o visiones, o del famoso “why” sus planteamientos para llegar a los objetivos pretendidos sean de distinta índole a los tradicionales o al menos sean complementados con aproximaciones de nuevo cuño.
Los nuevos tiempos obligan a actualizar normas que hasta ahora parecían inquebrantables.
A los gurús del management se les complica el trabajo. Muchos de los modelos y teorías económicas más conocidos han sobrevivido casi intactos durante tres o cuatro décadas, a excepción de alguna puntualización o actualización realizada por algún otro economista. Pero los buenos tiempos se han acabado. El entorno 3.0, marcado por las start-up y la digitalización de la economía, se rige por leyes nunca vistas y por una única constante: el cambio.
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