Si no se está nervioso alguna cosa funciona mal. Un cierto grado de temor a hablar en público es beneficioso ya que mantiene el ponente en alerta. Es fundamental, por mucha experiencia que se tenga, no perder el respeto a la intervención. Pero este miedo es inútil, incluso perjudicial, si es excesivo o no desaparece a los pocos minutos de empezar a hablar. ¿Qué podemos hacer para dominar ese miedo y que no nos sobrepase?
Recomendaciones para dominar el miedo a hablar ante el auditorio:
- Familiarizarse con el tema que se hablará y tener conocimientos suficientes.
- Estar interesado en comunicar el tema al auditorio. Cuanto más grande sea el interés, más fácil resultará enfrentarse al miedo.
- Preparar bien la exposición. Esto implica un ensayo y además un análisis minucioso del auditorio, la situación, el tema, etc.
- Anticipar posibles preguntas o intervenciones por parte del auditorio y preparar las respuestas adecuadas.
- Ensayar la exposición todas las veces que sea posible hasta dominar el tema, pero sin memorizarlo.
- Tener claro cómo se empezará, pues un buen inicio facilita una buena continuación.
- Antes de empezar. Practicar alguna técnica de relajación y respiración.
- No ver nunca al auditorio como un enemigo a quien enfrentarse. Al contrario, la mayoría de veces está constituido por personas con deseo de aprender y comprensibles con los oradores que están nerviosos.
Situaciones difíciles a las que te puedes enfrentar y cómo solucionarlas
En muchas ocasiones, cuando hablamos en público nos enfrentamos a situaciones que no teníamos previstas. A continuación, muestro algunas de las situaciones en las que podemos encontrarnos a nuestro público y consejos para lidiar con ellas:
Cansancio. El comunicador/a debe darse cuenta de esta situación. Los signos suelen ser: escasa participación, miradas difusas, conversaciones en grupos reducidos o movimientos bruscos de los asistentes. Es conveniente hacer una pausa.
Distracciones: El comunicador/a debe darse cuenta de ello. Si son frecuentes es aconsejable:
- Hacer una pausa.
- Hacer alguna pregunta, general o particular al asistente distraído.
- Variar el tono de voz o hacer una pausa en la exposición.
- Acercarse a las personas distraídas.
- Proyectar un visual.
- Contar alguna anécdota.
Comentarios abstractos: Por ejemplo “Esto no lo veo claro”, “las cosas no van bien”. Se debe: Preguntar a los asistentes que aclaren sus afirmaciones: ¿Podría decirnos en qué se basa?, ¿Qué le hace pensar así?
Enfrentamientos: Se deben conocer y prever posibles enfrentamientos y no permitir que suban de tono. El comunicador debe:
- Evitar que se produzcan ataques personales.
- Hacer una pausa.
- Garantizar el uso de la palabra, pues de lo contrario habría perdido el control de la presentación.
- Mantener la discusión dentro de los horarios previstos.
Aportaciones fuera de lugar: Las suelen provocar personas distraídas o sin experiencia en participación y a veces las emiten de forma deliberada. El comunicador/a debe:
- Recordar el orden del día.
- Escuchar.
- Empatizar.
- Preguntar ¿Qué tiene que ver lo que usted dice con el tema que estamos tratando?
- Sugerir que el tema sea tratado en otro momento.
Conversaciones informales paralelas: Aparecen entre miembros del público e interfieren la exposición del comunicador/a o de otros participantes. Debe:
- Callarse. Se producirá un silencio que será percibido por toda la sala.
- Hacer alguna pregunta a alguno de los miembros del grupo que interfiere.
- Cambiar el tono de voz, más alto o más bajo.
- Proyectar alguna imagen.
- Acercarse a las personas que molestan continuando la exposición.
- Solicitarles que hagan extensiva su opinión al resto de los participantes.
Pérdida de control del grupo: Esta situación no debe producirse. De lo contrario es aconsejable:
- Hacer una pausa.
- Durante la pausa hablar con los asistentes problemáticos y solicitarles colaboración.
- Recordar el orden del día.
- Si no da resultado, finalizar y convocar otra reunión.
Recuerda que siempre tienes que supervisar todos los elementos que forman parte de una presentación para evitar cualquier imprevisto. Aunque recibas ayuda, no sobreentiendas que los demás saben mejor que tú cómo realizar una presentación efectiva. Porque cuando te encarguen una presentación, tú eres el director/a de la misma.
Conclusión: La PALABRA es una herramienta frágil y poderosa a la vez. En la medida en que hagamos buen uso de ella, nuestro discurso será más brillante, nítido y cautivador.