Desde que pusimos en marcha la escuela hacemos reuniones periódicamente para hacer un seguimiento de cuáles son los perfiles que las empresas demandan, sobre todo en la época de matriculaciones -como ahora mismo-. Es una información que nos interesa en dos sentidos; por un lado, para ofrecer a los alumnos la formación que el mercado está pidiendo y, por otro, para conocer qué cambios tienen que realizar las empresas cuando quieren digitalizarse. La formación universitaria no abarca el amplio espectro de demandas y la fuerte competencia no puede dejar impasible a los negocios que no llevan a cabo ninguna acción digital.
Ya no importa tanto un currículum sobresaliente de calificaciones sino un currículum notable de cualificaciones. Por supuesto que se siguen valorando a las personas inteligentes, pero también se tiene mucho en cuenta la familiarización, la confianza y el saber utilizar los medios digitales como redes sociales, aplicaciones móviles, la nube, etc.
Los datos de diferentes estudios y encuestas dan algunas claves para poder sobrevivir a la vorágine. Con ellos comprobamos, por ejemplo, que cada vez es más numeroso el número de clientes que prefiere la tecnología tanto para comunicarse con las marcas o empresas como para realizar sus compras; y, en la otra dirección nos encontramos con datos que demuestran que las empresas todavía tienen que afrontar grandes retos para optimizar sus inversiones en tecnología digital y aprovechar su potencial.
Este, y otros muchos más, son motivos por los que las empresas se están quedando obsoletas en el trato con sus clientes. Si tu cliente quiere decirte algo por Twitter o Facebook ¿por qué no te creas una cuenta y contratas a un Social Media o preparas a uno de tus trabajadores? Como la mayoría de los cambios, durante un periodo puede ser un incordio, pero a la larga te aseguro que compensa.
Otra de las ventajas que para mí trae la transformación de las empresas es el ahorro de tiempo y espacio. Por ejemplo, el trabajo en la nube se está convirtiendo en algo imprescindible para los que trabajamos con equipos, compartimos información... Por ejemplo, cuando estamos preparando un nuevo curso, todos los interesados tenemos acceso al temario, a los profesores candidatos a impartirlo, a las horas que hay que dedicar a cada módulo, a las docenas de imágenes que pensamos pueden ilustrar el curso, hacemos allí mismo las valoraciones que cada uno considera y a la hora que queremos... y podemos ir añadiendo o quitando datos o informaciones sin tener que hacer una reunión cada poco, mil llamadas de teléfono o acumulando montones de papeles en carpetas que, o somos muy organizados o no sabemos cuál es el último dato que hemos incluido. Este ejemplo se puede trasladar a cualquier empresa -no importa su tamaño ni al sector al que se dedique-.
Lo que sí que creo que es importante es que las empresas se tracen una hoja de ruta para llevar la transformación a cabo. Para ello es necesario que actualicen su visión y, en la nueva, incluyan sus prioridades y un mapa de innovación con las tendencias que se están produciendo a nivel mundial. Sin una hoja de ruta, que, por supuesto tiene que ser flexible para irnos adaptando a los cambios que se vayan produciendo, lo más seguro es que nos perdamos en este viaje. Conseguiremos emplear mecanismos, técnicas, productos o programas que suenen a digital pero que no nos lleven a nuestro destino.