Nuestro recorrido comenzó con un paseo lleno de conversaciones, risas y curiosidad, hasta llegar a uno de los lugares más emblemáticos: la
Plaza Mayor.
Allí, entre fotos y anécdotas, compartimos historias sobre lo que hacen en su día a día en el centro: desde labores de jardinería y papelería, hasta la creación de bisutería artesanal que venden para apoyar sus actividades.
La charla también nos permitió conocerlos mejor. Nos contaron sus aficiones, y descubrimos que a la gran mayoría les encanta la música y bailar, aunque también disfrutan de la playa, viajar y descubrir lugares nuevos. Sus ojos brillaban al hablar de lo que les apasiona, y nosotros no podíamos dejar de admirar su entusiasmo y energía.
Jose Luis Blanco, director de operaciones de la escuela, hizo muy buenas migas con Manuel. A Ambos les apasionan los coches y las carreras.
La jornada no podía terminar de mejor manera: todos juntos saboreamos un delicioso helado que, más que un postre, se convirtió en el broche dulce a una tarde llena de sonrisas y buenos recuerdos.
En esta actividad nos acompañaron dos alumnas de la escuela, Lucía y Fátima, que aportaron su tiempo, entusiasmo y cercanía. Más allá de la experiencia en sí, nos llevamos la certeza de que pequeños gestos pueden generar momentos inolvidables y vínculos que trascienden cualquier barrera.
Porque la integración no solo se promueve desde las instituciones, sino también desde las calles, los paseos y las conversaciones que nos recuerdan que todos formamos parte de la misma comunidad.
Agradecemos por la jornada, su compromiso y tiempo a los
profesores Jose Luis Blanco, María Oriza, Nuria Oriol, Anabel Conesa, Esperanza García y Miguel Mangas. A los
alumnos Lucía, Fátima, Salma y Yomarly. Y a los verdaderamente protagonistas,
los jóvenes del centro especial, que nos llenaron el corazón de amor y compromiso social, Manuela, Sandra, Maria, Lucas, Roberto, Juan, Sebastian, Macarena, y un largo etc.
¡GRACIAS!