La metáfora en la política
Desde que CHURCHILL denunció en 1946 la existencia de un “telón de acero”, las metáforas políticas no dejaron de sucederse.
viernes, 18 de diciembre de 2020
Conferir al hombre cualidades propias de objetos o viceversa, atribuir a situaciones políticas virtudes o miserias humanas, son recursos que los medios de comunicación o los líderes políticos trasladan a la sociedad hasta hacerlas formar parte de su cultura, acaso por aquello de que “una buena metáfora refresca el entendimiento” (WITTGENSTEIN, 1929).
Ahora analizaremos aquel lenguaje figurado que los medios de comunicación han generalizado, en el ánimo de “ir más allá” del lenguaje informativo, dando vida a expresiones de gran valor expresivo, por más que su asimilación traiga consigo la paradoja de “fosilizar” o “disecar” dichas metáforas hasta convertirlas frecuentemente en tópicos.
Pero, desde luego, no fue Churchill el inventor de las metáforas. ¿Cuál es el origen de los conocidos tropos y de las figuras retóricas? Como parte del ornatus retórico, los tropos tienen una filiación oral, por más que su recurso se haya extendido al lenguaje escrito. Se entiende por ornatus el conjunto de elementos susceptibles de ser añadidos a un registro lingüístico estándar para embellecerlo y hacerlo así más atractivo y persuasivo. El ornatus consta de la elección de palabras (tropos y figuras) y de su combinación.
Del juego entre conceptos y palabras surgen los tropos. AZAUSTRE y CASAS enumeran entre ellos la metáfora, o sustitución de una palabra por otra en virtud de una similitud entre sus correspondientes conceptos; la alegoría, metáfora continuada que opera igual que la metáfora, sobre una similitud, pero requiere más palabras; la hipérbole, exageración o minimización de un concepto, sustituido por otro o identificado con él; la metonimia, o tropo que se funda en la contigüidad existente entre dos conceptos. Puede adoptar diversas formas: continente por contenido, causa por efecto, etc.; la sinécdoque, o la parte por el todo; la antonomasia, o sustitución de un nombre propio por uno común que designa la cualidad del primero; el énfasis, o empleo de una palabra con un sentido más preciso que habitualmente (“es todo un hombre”); la ironía o enunciado opuesto al correspondiente (“Me encanta que me den plantón”).
Entre las figuras de pensamiento (amplificación de una cosa mediante el uso de sinónimos o contraste con antónimos, desglose de una idea, adición de ideas suplementarias, antítesis, paradojas, descripciones de objetos, personas, tiempos o lugares, personificación…) encontramos muchas que sí pueden ser empleadas en el lenguaje periodístico y político, por lo que nos detendremos también en una enumeración siguiendo a los citados autores:
Figuras de amplificación, orientadas a realzar una idea, ya sea mediante la extensión de su desarrollo (expolitio), ya mediante el uso de sinónimos (paráfrasis), ya mediante la negación de la idea contraria a la que se desea destacar (isodinamia), ya mediante el tratamiento de una idea a través de otras complementarias (digresión).
Figuras de acumulación, que no repiten ideas, sino que añaden elementos complementarios, como en el caso de la enumeración, el del desglose de los componentes de una idea (distributio), la adición de ideas para el sentido de la frase (epífrasis), o en caso de la suma de un objetivo a un sustantivo (epíteto).
Figuras lógicas, que giran en torno al sentido lógico de las ideas, como la antítesis, la cohabitación de conceptos opuestos en una misma oración, la paradoja o el oxímoron (síntesis de dos elementos opuestos: “fuego frío”).
Figuras de definición y descripción, de personas, cosas, lugares, comportamientos, tiempos, etc. Figuras oblicuas, que designan indirectamente ideas a través de sus características (perífrasis), de la negación de su oposición (lítote), o de la abreviación intencional de una exposición (preterición).
Figuras de diálogo o argumentación, como la invocación, la exclamación, la interrogación retórica, la manifestación de un deseo, la deprecación, súplica o plegaria, el reconocimiento de una parte contraria para luego atacar su todo (concessio), la corrección o duda de una palabra, empleo de la doble acepción de una palabra (conciliatio), empleo de situaciones o ejemplos similares a la idea tratada, la comparación o símil, la argumentación deductiva o la afirmación categórica (senetntia).
Figuras de ficción, que presentan como reales situaciones ficticias. Es el caso de la personificación.
No podemos olvidar la importancia del espacio en el lenguaje figurado. Hablamos de izquierdas y derechas, hablamos de estar en alza o estar hundidos, hablamos de subir o bajar, hablamos y escribimos “seguir avanzando”, “quedarse estancados” o “volver atrás”. Decimos “la Europa de las dos velocidades” o “el corralito de Chipre”.
Empleamos lugares para designar organizaciones cuando decimos que hay una reunión en Ferraz o en Génova (sinécdoques); designamos personas con sus instituciones cuando decimos que “Moncloa ha impulsado el empleo”, por ejemplo. O lugares por hechos cuando decimos que “no queremos más Tiananmen”.
Se puede destacar la influencia de la televisión en el lenguaje y su consecuencia, al mayor uso de la metáfora. La televisión se ha centrado en el juego de palabras. La metáfora no está presente solo en los géneros más “expresivos”, como pueden ser el reportaje, la crítica o la crónica. Las metáforas han anidado en el género puramente informativo.
Si nos fijamos en la esfera internacional, el siglo que ha terminado deja un legado alegórico que reduce especialmente en su vertiente bélica. Se entrevé así también una función “eufemística” de la metáfora: preferimos no nombrar lo que nos hace desdichados. Y que mayor desgracia que la guerra. Conceptos como “política de tierra quemada” nos remiten el Decreto de Hitler en septiembre de 1943, al replegarse de la península de Kubán, cuando, tras una serie de indicaciones precisas (no dejar ningún pertrecho, ninguna reserva, instalaciones, ferrocarriles, sembrado de minas, etc.), Hitler concluye “El enemigo se ha de encontrar con un país inutilizable, inhabitable y desierto durante largo tiempo, en el que sigan estallando minas todavía durante meses”.
La que sigue es solo una pequeña recopilación de los tiempos de la guerra fría y la “Destrucción Mutua Asegurada” –MAD o da igual quien dispare primero–, que peso sobre la humanidad en forma de un equilibrio de terror.
Misil inteligente: Tipo de misil que persigue al objetivo con criterio de búsqueda tales como el movimiento o el calor.
Paraguas nuclear: Se llamaba así a la supuesta protección nuclear de Estados Unidos durante la guerra fría.
Trasparencia –“perestroika/glasnost”–: Proceso de apertura iniciado en la época de Gorbachov y que condujo a la desaparición del régimen comunista. Si esta metáfora es interesante es por la oposición que presupone: la opacidad.
Telón de acero: Muro ficticio que dividía el mundo de la guerra fría: a un lado, los países alineados con los Estados Unidos y, al otro, los de la entonces URSS. En realidad, y al margen de otras consideraciones, este telón se sustanciaba realmente en los elementos como la muralla china o la implacable frontera que impedía la salida de los ciudadanos de los países comunistas.
La ventana de la oportunidad––“The window of oppotunity” ––: Teoría alternativa a la Destrucción Mutua Asegurada, y que viene a decir: el que dispara primero es el que sobrevive. Además de expresiones como “el eje del mal”, cabe citar que la crisis poselectoral estadounidense del año 2000 y sus controvertidos recuentos anuales de las elecciones presidenciales nos brindan la metáfora de las “papeletas preñadas” o “papeletas mariposa”. Sin duda, el panorama internacional no se agota en este glosario.
Centrémonos ahora en las grandes posibilidades polisémicas que se sitúan en el origen del uso figurado del lenguaje, que cobra sentido gracias al contexto. Veamos una breve selección de algunas expresiones contemporáneas:
Barómetros: sondeos o estudios estadísticos realizados para conocer la intención del voto u otras cuestiones sociológicas.
Listas cremallera: Se ha llamado así en la España del 2002 a la forma de confeccionar listas electorales que intercalan hombres y mujeres en condiciones de igualdad numérica, y que suscitó una polémica sobre su encaje constitucional.
El banco azul: Banco de Congreso de los Diputados que ocupan los representantes del Gobierno que asisten ante la Cámara.
Gobierno en la sombra: Se ha venido en llamar así en múltiples situaciones en las que se solapa el Ejecutivo con otro, real o virtual. Estados Unidos, para designar al equipo de emergencia comandado por Dick Cheney y que, meses después del atentado de las Torres Gemelas del 2001, continuaba existiendo. Igualmente, en España, Pascual Maragall compuso un “gobierno en la sombra” que era simplemente una oposición simbólicamente estructurada igual que un ejecutivo tras perder las elecciones ante CiU por muy escaso margen, por lo que se arropaba la iniciativa con una cierta legitimidad.
Las dos orillas: Durante la última década del siglo, antes y al principio del Gobierno de Aznar, se aplicó esa alegoría a la distancia entre los dos polos: el PSOE e IU.
Tanques de cerebros: Traducción de think tanks, o grupos de producción ideológica y programática, característicos de los mandatos de Ronald Reagan y Margareth Thatcher, y que hoy funcionan bajo diferentes nombres en casi todos los países. Algunos de estos think tanks podrían ser el Manhattan Institute, la Heritage Foundation o la española Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales.
Lluvia fina: Metáfora que en 1998 se asoció a un estilo de defender la política gubernamental nada efectista, sino argumentada con una ingente cantidad de datos, y al mismo tiempo un desgaste progresivo de los argumentos del contrario, mediante las actuaciones concretas y los avances paulatinos.
Pucherazo: Dícese de cualquier maniobra artera que implique la manipulación de un resultado electoral. Su etimología obedece a la idea de “meter mano en e puchero”. No obstante Luis Carandell menciona otro origen: el de unos comicios donde se contrató a una persona para que rompiera una urna de cristal y extrajera así los votos contrarios, y alguien sugirió que hubiera sido mejor usar un puchero.
Barones: Se conoció así a los presidentes autonómicos de uno u otro partido político, si bien este apelativo se relaciona fundamentalmente con los presidentes socialistas andaluz, extremeño y castellanomanchego.
Contabilidad creativa: Este concepto, mitad eufemismo y mitad ironía, se ha aplicado a una forma de desarrollar actividades empresariales, contables o mercantiles de cualquier tipo recurriendo a mecanismos de “ingeniería financiera”, en ocasiones de dudosa legalidad. Y también se aplica al caso Bárcenas o a la trama Gürtel o la de los EREs de Andalucía.
Voto cautivo: Se ha denominado así a aquel sector de la voluntad popular apresada por intereses creados a tal efecto. Concretamente, se empleó esta fórmula en relación al FER y a los viajes organizados para los mayores durante los Gobiernos socialistas.
Dinero blando: Denominación dada a las ayudas recibidas por los partidos, en este caso estadounidenses (y no directamente por los candidatos), en las elecciones de EEUU.
Como conclusión, cabe apuntar que el siglo XX proyectó sobre el XXI un futuro digital, donde Internet (“net” significa “red”) es en sí misma una gran metáfora, tanto en su nombre como en su contenido profundo: una idea duplicada de la realidad. Lo virtual es esencialmente metáfora.
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