La postura corporal en una reunión de trabajo

La postura que queremos transmitir es importante, así como la que nos transmite la otra persona.

miércoles, 09 de agosto de 2017
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La postura corporal en una reunión de trabajo

Dependiendo de la posición del cuerpo nos llegarán señales sobre la predisposición, o no, a la interactuación entre interlocutores. Por ello hablaremos de posturas abiertas o cerradas. Una posición frente al interlocutor es abierta cuando hay un contacto y una disposición de entrega; es una posición avanzada, donde no se ponen barreras al intercambio.  La disposición frente a frente es tradicional en las relaciones profesor-alumno, abogado-cliente, médico-paciente en que se transmiten emociones o información.
Por el contrario, encontramos una postura cerrada cuando uno o más de los interlocutores ofrece una posición alejada y se cruzan de brazos o de piernas, impidiendo la entrada o acercamiento del otro, y ofreciendo una actitud de desinterés o desconfianza.

El ángulo u orientación del cuerpo también nos va a indicar la disposición de los participantes. Dos personas con intención de competir, normalmente se situarán una frente a la otra; pero si lo que pretenden es cooperar, se sentarán una junto a la otra.

Cuando la inclinación se produce hacia una persona estamos manifestando nuestro interés positivo hacia ella. Por ejemplo, cuando estamos sentados al lado de una persona y nuestro cuerpo se inclina hacia su lado, le demostramos nuestro afecto.
Por el contrario, si una persona nos aburre o no nos interesa lo que nos está contando tendemos a sentarnos y echar nuestro cuerpo hacia atrás.

Dependiendo de la cultura y costumbre de cada país el espacio vital (zona que establece el margen de seguridad entre nuestro cuerpo y el resto del mundo) es de distinto tamaño. Aquellos que invaden el espacio vital de una persona suelen ser los que abusan de su poder y hacen que los invadidos se sientan molestos. Probablemente la persona molesta retroceda y cruce los brazos en forma de defensa, de protección e incluso tense la voz.
Si la persona se sitúa demasiado lejos de su interlocutor da muestras de superioridad y arrogancia frente a los demás. Aunque también puede ser que se sienta amenazada en algún sentido por el interlocutor.
Las personas introvertidas tienden a mantener mayor distancia en la conversación que los extrovertidos.
Dependiendo de las culturas el espacio vital es más o menos amplio.

Cuando se produce un balanceo hacia delante y hacia atrás nos indica que la persona está impaciente, incómoda o ansiosa. El balanceo es un movimiento estimulante que reduce la ansiedad, pero nos hace perder la concentración de lo que nos cuentan.
Si la persona está de pie, el balanceo nos indicará inseguridad.

El movimiento de la cabeza nos refleja distintas posiciones del individuo, dependiendo del lado hacia donde se dirija.
Si asentimos con la cabeza (moverla hacia arriba y hacia abajo) podemos estar dando respuesta a una pregunta o hacerlo involuntariamente mientras se escucha.
Si el asentimiento se hace lentamente es que la persona está escuchando atentamente. Si por el contrario el movimiento es rápido significa que el oyente ya tiene prisa porque se acabe la conversación.
Si se eleva la cabeza significa que la persona que escucha tiene una mente abierta y le interesa lo que le cuentas. Si además de la cabeza en alto también se muestra una barbilla prominente se manifiesta superioridad, valentía, arrogancia.
La cabeza inclinada hacia abajo nos muestra una persona insegura de sí misma. Si se realiza en el desempeño de una actividad física es un signo de derrota, de cansancio, de vergüenza.
La cabeza inclinada hacia un lado se corresponde con una demostración de interés. Charles Darwin fue uno de los primeros en advertir que tanto los seres humanos como el resto de animales inclinamos la cabeza hacia un lado cuando estamos interesados en algo.
Sacudir la cabeza hacia la derecha y hacia la izquierda indica desacuerdo, pero también puede ser señal de sentimientos de incredulidad, frustración o desesperación.

Encogerse de hombros lo asociamos a desconocer algo, a no creer en algo, a no comprenderlo o a que nos da lo mismo lo que nos están diciendo. Sin embargo, en muchas ocasiones lo que nos está diciendo esa persona con los hombros es que nos está mintiendo; que quiere transmitirnos tranquilidad cuando realmente no está tranquila.
Si una persona eleva los hombros sin encogerlos posiblemente tenga una personalidad inofensiva y cercana.

Rascarnos la cabeza es una reacción a dudas que se nos plantean. Muchas veces, en vez de encoger los hombros para decir que no lo entendemos, lo que hacemos es rascarnos la cabeza para que nos vuelvan a formular una pregunta o como respuesta a que no sabemos qué contestar.

Moverse de manera inquieta responde a muchas posibilidades del lenguaje corporal. La más habitual es como síntoma de nerviosismo.
Si la persona se encuentra incómoda en el lugar donde está, el movimiento suele ir acompañado con golpecitos con los pies y movimientos continuos de manos.

La postura más correcta cuando estamos sentados es con los dos pies en el suelo, sin cruzar los brazos y con la espalda recta. Si nos encontramos de pie, daremos muestras de confianza si tenemos la espalda recta, la cabeza erguida y los hombros hacia abajo.
Dependiendo de la pose que adoptemos, reflejaremos nuestro sentir. Si dejamos caer nuestros hombros ante una etapa incómoda en nuestra vida mostraremos posibles indicios de depresión. Si lo hacemos ante una persona indicaremos que estamos resignados o faltos de confianza en ella. Es una postura que adquirimos también cuando estamos agotados.
Las personas que adoptan una pose rígida suelen ser conservadoras, autoritarias, y estrictas. Se muestran superiores ante los demás. Los hombros anchos y rectos expresan asumir responsabilidades.
Cuando una persona tiene su cuerpo hacia delante y el cuello estirado nos indica que está enfadada. Si además tiene los músculos tensos, la barbilla elevada y los puños apretados, no queda duda.
Nuestra postura reflejará aburrimiento cuando tengamos el cuerpo inclinado hacia atrás, la cabeza inclinada hacia un lado y, en caso de estar sentados, las piernas estiradas.

El movimiento de nuestros brazos también dice mucho de nosotros. Si nos cruzamos de brazos significará que estamos a la defensiva. Los cruzamos cuando nos sentimos incómodos ante una situación o persona y, sin embargo, nos mantenemos firmes ante la postura que hemos adoptado y no pensamos cambiar de opinión.
Esta postura también la adoptan aquellas personas que están a disgusto con su cuerpo y quieren ocultarlo. Otra manera de formar una "barrera" es sujetando algún objeto contra nuestro pecho (un libro, una mochila, una carpeta, etc.).
Si los brazos los tenemos juntos y estirados expresará que estamos cómodos, abiertos a la situación que se nos presenta. Estamos en un momento de relax.
Cuando ponemos los brazos en jarras, ya sea uno o los dos, estamos avisando a nuestro interlocutor que se mantenga al margen. Es una forma de defensa.
Dependiendo de la cultura, agitar los brazos se interpretará de una forma u otra. En los países occidentales se emplea cuando la persona está enfadada; sin embargo, en los países asiáticos es una forma de hablar normal.

Las manos, como complemento de los brazos, son indispensables para enviar información. Con las manos expresamos tamaños, indicamos direcciones, mostramos nuestras emociones y hacemos toda una serie de mímicas que, inconscientemente, enriquecen lo que decimos con las palabras: un golpe de puño sobre la mesa expresa furia; el pulgar hacia arriba indica aprobación…
Cuando cruzamos y agarramos nuestras manos por detrás de la espalda, denota un alto grado de seguridad en nosotros mismos y una clara posición dominante. En cambio, si lo que cogemos por la parte trasera son nuestras muñecas es signo de intranquilidad e inseguridad, que se puede interpretar como falta de honestidad.
Los pulgares representan la fuerza del carácter, por eso son utilizados para destacar ciertos gestos. Meterse las manos en los bolsillos dejando los pulgares fuera es signo de poderío, de dominación, de seguridad. También cruzar los brazos dejando los pulgares fuera, es signo de actitud dominante.
Al cruzar los brazos, inconscientemente protegemos nuestros órganos vitales denotando estar a la defensiva. Del mismo modo, juntar las manos frente el cuerpo, como si nos cubriéramos con éstas, puede ser muestra de inseguridad.
Si lo que hacemos es entrelazar las manos y girar los pulgares estaremos señalando que nos aburrimos. Si entrelazamos las manos a la altura de la cara, apoyados en la mesa, o de pie en la parte baja de la cintura es una actitud negativa. Según algunos estudios, parece ser que existe relación entre la altura de las manos entrelazadas y la actitud negativa. A mayor altura, mayor negatividad.
Frotarse las manos tiene un significado positivo, se espera algo bueno, una expectativa positiva, un buen entendimiento entre las partes. También podemos estar en un lugar donde hace mucho frío y queremos calentárnoslas.
Juntar las yemas de los dedos de ambas manos, significa un alto grado de confianza y seguridad en uno mismo.
Cuando cerramos la mano y sólo está visible el puño con el pulgar por fuera, será el indicativo de que estamos muy enfadados y nos contenemos de decir las cosas. Si el pulgar lo metemos dentro del puño significará que esa persona se siente amenazada o preocupada.
Cerrar la mano y apuntar con un dedo es un gesto muy desagradable para el que lo recibe. Es comparable a un golpe simbólico hacia quien se señala.
Las personas que no nos están diciendo la verdad o que son muy vergonzosas tienden a apretar y ocultar sus manos.
Cuando damos golpecitos en la mesa, chascamos o repicamos con los dedos sobre la mesa, jugamos con algún complemento (un pañuelo de cuello, los botones…) o con algún objeto que tenemos cerca de nosotros (una botella, un bolígrafo) estamos demostrando nuestro nerviosismo e impaciencia.
Las personas que acostumbran a morderse las uñas o padrastros son las que están en estado de ansiedad. Es una de las típicas conductas que sirven para calmarse cuando una persona está tensa, frustrada o está experimentando cualquier emoción negativa. Con el tiempo se puede acabar convirtiendo en un hábito que surge cada vez en más situaciones y no solo ante emociones negativas.
Cuando mostramos las manos con las palmas hacia abajo estaremos imponiendo autoridad pudiendo generar un sentimiento de contrariedad en nuestros interlocutores. El saludo del Tercer Reich es un claro ejemplo de este gesto.
Si, por el contrario, las palmas de las manos están hacia arriba y los dedos extendidos estaremos reflejando que decimos la verdad y que no tenemos nada que esconder.

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